domingo, 29 de mayo de 2011

Aprender a Ser

A pesar que les haya parecido rara la última publicación, espero que se vaya entendiendo un poco más durante esta semana...
La semana pasada les traje el planteo de los Modelos de Enseñanza por parte de Joyce y Weil. Es probable que se hayan preguntado ¿por qué? La razón es muy sencilla, para ser un docente, uno tiene que tener varias herramientas para poder llegar a los alumnos. Creo yo, al igual que Joyce y Weil, que "cada maestro puede fijarse esos modelos y combinarlos siendo creativo".
Por eso, les quiero dejar hoy y en las próximas publicaciones, algunos modelos para que puedan tomarlos según sus gustos y preferencias. De esta forma «poder cumplir la mayoría de los objetivos del aprendizaje».

En su libro "Modelos de Enseñanza", los escritores agruparon en cuatro familias o grupos que representan orientaciones de aprendizaje diferentes, varios modelos existentes.
El primer modelo, es el de Proceso de Información, que se refiere a la capacidad de procesamiento de la información por parte de los alumnos.
Esta familia encierra varios modelos como:
  • el inductivo (diseñado para desarrollar los procesos que parten desde conceptos particulares);
  • la formación de conceptos (donde se desarrola el análisis conceptual);
  • la indagación científica (diseñado para enseñar el sistema de investigación propio de una disciplina);
  • la sinéctica (donde se desarrolla la creatividad para que el alumno se pueda expresar); y
  • la memorización (que al utilizarla, mientras se va comprendiendo, eso que se aprende tiene que tener un significado para el alumno).
Creo muy importante, que hay que resaltar este última: primero, porque el contenido que se memoriza tiene que ser comprendido y engancharse en la vida de quien lo memoriza; y en segundo lugar, porque como dijo el Papa Juan Pablo II en la exhortación apostólica Catechesi Tradendae en el número 55, el último punto del capítulo VI:

«Todos sabemos que este método puede presentar ciertos inconvenientes: no es el menor el de prestarse a una asimilación insuficiente, a veces casi nula, reduciéndose todo el saber a fórmulas que se repiten sin haber calado en ellas.  Estos inconvenientes, unidos a las características diversas de nuestra civilización, han llevado aquí o allí a la supresión casi total (...) de la memorización en la catequesis. ¿(...)por qué no tratar de revalorizarla en la catequesis de manera inteligente y aún original, tanto más cuanto la celebración o «memoria» de los grandes acontecimientos de la historia de la salvación exige que se tenga un conocimiento preciso? Una cierta memorización de las palabras de Jesús, de pasajes bíblicos importantes, de los diez mandamientos, de fórmulas de profesión de fe, de textos litúrgicos, de algunas oraciones esenciales, de nociones-clave de la doctrina..., lejos de ser contraria a la dignidad de los jóvenes cristianos, o de constituir un obstáculo para el diálogo personal con el Señor, es una verdadera necesidad. (...). Lo esencial es que esos textos memorizados sean interiorizados y entendidos progresivamente en su profundidad, para que sean fuente de vida cristiana personal y comunitaria

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